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O
pinión
D
icen que Newton descubrió la ley de la “gravedad” porque
le cayó una manzana a la cabeza, y que si le hubiera caído
un ladrillo hubiese descubierto la ley de “pronostico reser-
vado”. Entre ambas leyes gravita un grupo que (ya me guardo yo de
llamarles deportistas) podríamos definir como “candidatos a infarto”.
Afortunadamente, para ellos, la veda de posibilidades está prác-
ticamente cerrada, pero en cuanto llega de nuevo el buen tiempo
vuelve a abrirse. Es fácil reconocer a los individuos pertenecientes
a este grupo: son buenos comedores, exce-
lentes bebedores de cerveza, vino, y otros
néctares; son amantes de los placeres de la
buena mesa y mejor cama; y, por supuesto,
no están dispuestos a renunciar a ninguno de
ellos. Pero... ¡y eso, sí! se consideran buenos
deportistas, son amantísimos del deporte; por
tanto no pierden oportunidad de aumentar la
masa traseral engullendo uno tras otro los
partidos de fútbol con los que las distintas cadenas de televisión han
decidido dar gusto a unos, y torturar sin piedad a otros. Y... cuando
llega el buen tiempo, ¡Alehop!, se enfundan en un pantalón deportivo
(al que pocas veces consiguen hacerle rebasar el vello genital, dado
su protuberante tripita), o se colocan un
chándal de marca y se dedican a com-
prar papeletas para el sorteo del infarto.
Algunos acumulan tantas que al verlos
pasar te queda la sensación de que
le toca seguro: roja la color, sudando
como cosacos, resoplando jadeantes
como si fuesen tras de una bombona
de oxígeno, y, a pesar de todo, corriendo; más bien, trotando, con
ese trote cansino de viejo jumento, castigándose sin piedad rodillas,
talones, y ese “pedasito” de órgano que es el corazón. Demuestran
por su vida el mismo amor que un kamikaze, sin embargo, están
convencidos de que lo que hacen es bueno para ellos, de que su
cuerpo serrano y garboso se lo agradecerá permitiéndoles portarse
como un jabato con su nuevo ligue, o con la propia.
Estoy segura de que ellos piensan, en todo momento, que esa
especie de paseíllo ante el coso de la muer-
te es realmente deporte, los pobres no son
capaces de ver que no es lo mismo “cocido
económico” que “concilio ecuménico”, y con
la mejor de sus intenciones insisten (por su-
puesto, de forma inconsciente) en conseguir
de la manera más rápida su pasaporte para
el más allá.
De todas formas pueden estar tranquilos,
en el más allá podrán seguir con su aficiones favoritas; porque allí
hay fútbol, sí, como lo oyen. Lo sé porque Pepe, antes de morir,
le prometió a Paco (ambos foroforísimos del fútbol) que vendría
a decírselo, y el pasado lunes, cuando Paco, tras unas cuantas
cañas de cerveza acompañadas de
“manos de ministro” (patas de cerdo),
corría por el jardín de la Seda embu-
tido en su chándal de marca, Pepe se
le apareció para darle dos noticias:
“Hay fútbol -le dijo como primera-, y
el domingo juegas de delantero -fue
la segunda-”
España: el primer lugar en importancia son
las provincias catalanas fronterizas con
Francia, y el segundo, esta zona indeter-
minada pero perfectamente identificable
entre la Vega Baja de Alicante, parte de
Albacete, la Región de Murcia y zonas li-
mítrofes de Almería. Quiere eso decir, por
supuesto, que hay mercado. En Murcia hay
una enorme “masa crítica” de clientes del
mercado del sexo que bailan entre un lado
y otro de la Ley, dentro de una regulación
de estos asuntos delicados, o falta de ella
(“casi delito”, decía Rubalcaba), que es la
más hipócrita de Europa, con la posible ex-
cepción de algunos países nórdicos, donde
directamente te detienen si contratas a una
señorita. Lo peor que puede hacer un polí-
tico es hacer como que ignora la realidad.
La realidad es esa, y buena parte de la grey
conservadora forma parte, innegablemen-
te, del núcleo duro de los usuarios de ese
mercado. No basta con contabilizar lo que
ya se ingresa públicamente por la parte le-
gal del puterío y la parte ilegal de las dro-
gas. Hace falta ser mucho más ambicioso
y no aplicar necesariamente los criterios
de la Conferencia Episcopal (o del purita-
nismo progresista, tanto da) a la Agencia
de Recaudación. Hasta ahora se pierden
miles de millones de euros de recaudación
en España cada año a causa de una moral
pública inservible que no practican sobre
todo sus proclamadores, y luego hay que
sangrar por contra a los asalariados para
poder cuadrar las cuentas.
Hay que sacar, en España pero sobre
todo en Murcia, a la superficie, de una vez
por todas (como alguna vez ha insinuado
el actual Gobierno regional), a todo ese
mundo-otro que se lleva buena parte de
los recursos del territorio a los bolsillos
de las mafias, cuando podría sacarnos al
menos parcialmente de la crisis. Ya lo dijo
un obispo que inauguró un gran hotel en
la costa de Almería en pleno Franquismo
junto al entonces ministro de Información
y Turismo, don Manuel Fraga Iribarne,
cuando éste se dio cuenta al descorrer la
cortinilla de que se llamaba “Hotel Sexy” y
dudó si el obispo iba a querer bendecir con
agua bendita tal innovación, según contaba
entre risotadas, muchos años después, el
propio Fraga. Pero el Obispo no tuvo duda
alguna: “Jesucristo dijo que hay que dar
de comer al hambriento, y en Almería se
pasa necesidad; así que bendecido queda
el Hotel Sexy”.
CANDIDATOS A INFARTO
Ana María Tomás
CICUTA CON ALMÍBAR
“Buenos comedores,
excelentes bebedores
de cerveza, vino, y otros
néctares; son amantes de los
placeres de la buena mesa y
mejor cama”