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C
ultura
“Flores en un vaso”
de Luis Garay
PINTURAS NARRADAS
Por Santiago Delgado
U
n ramo de flores es siempre una carta de amor. Puede ser
la primera, y entonces será una declaración de amor. Si
es la última, estamos ante una corona funeraria. El pintor
que plasma en el lienzo un ramo de flores, o un jarrón con flores,
no escribe cartas de amor. Se deja en el referente esa condición.
Al pintor le interesa el significante del amor, no su significado. Le
interesa lo acciden-
tal. Pero ese acci-
dente pervive en el
tiempo. Luis Garay
pintó este cuadro
hace casi una cen-
turia. Acabó ya el
amor que juntó en el
búcaro esas flores.
Un amor, acaso tan
sólo de pensamien-
to. Pero aún está ahí
el cuadro. El amor,
que siempre se cree
eterno cuando sur-
ge…
Una rosa color
champagne, y unos
crisantemos dora-
dos, unas dalias ro-
sas… en una copa
de cristal grueso,
poco dan para una
narración. Es un
ejercicio de pintor,
una gimnasia de
pincel, que huye del
realismo, buscando
en cierto impresio-
nismo vago su razón
de ser.Y la composi-
ción: incierto zig-zag
de fácil verticalidad.
Son flores de
huerto, puestas en
vaso de beber, cogi-
do de la alacena más cercana. Ahora beben en él los tallos de las
flores, que hacen a fortiori de raíces. Pero no pueden nutrir tanto
pétalo de hermosura y color. Duran poco los ramos. Acaso tanto
como el amor… Unos días. Quizá las flores simbolicen esa con-
dena del amor a lo efímero, más que a los sentimientos de unidad
y de gozo de estar juntos de los enamorados. Y no nos demos
cuenta. La hermosura oculta el tempus fugit, que es el mensaje
de fondo. Va camuflado, y a los días precisos aflora inmisericorde.
Lo mismo el amor. Únicamente el cuadro de las flores queda tras
el paso del tiempo. Es materia, no son sentimientos. Resiste más,
pero, al cabo, también serán ceniza.
Hay brillos en el vaso. Su vidrio grueso, que pide labios para
acariciar, como beso
grato, acoge curva-
do el reflejo de luz
que desde algún
punto del entorno
llega. Son como los
ojos del cuadro. Nos
miran y alegran los
ojos tanto como la
tersura y la policro-
mía de las flores del
vaso. Es el recla-
mo del objeto, que
quiere competir con
la convencional be-
lleza de las flores.
Afirman también la
maestría del pintor,
su oficio bueno, que
plasma en arte. Tam-
bién el artista anda
un poco enamorado
de su arte. Incluso
cuando se hace rea-
lidad en el lienzo, en
una ocasión tan sen-
cilla como en este
ejercicio de pincel,
puede que olvidado
por el maestro entre
tanto cuadro pintado
en la vasta biografía
del pintor.
Y ahí está, carta
de amor o trasunto
de carta de amor, el
florero de Luis Garay, ofreciendo sencilla belleza a quien lo con-
templa. Ya no eran tiempos de realismo naturalista. El alma de las
cosas no estaba en su reproducción completa, descubrieron.Y en-
contraron que la pintura es la pintura, y que lo que busca es algo
que muestra cierta naturaleza belleza interna o así, alternativa en
todo caso, a la aparatosidad detallista del referente.
Foto: Ana Bernal.